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Actualidad

Trasplantando las «pimenteras» desde el semillero a la tierra de cultivo

Continuando con las labores de cultivo de nuestro pimentón, ha llegado ya el momento de plantar las “pimenteras” en el que será su destino final, el lugar en el que crecerán y en el que darán los frutos de los que finalmente se obtendrá nuestra preciada especia.

Después de arada y abonada la tierra con las caballerías, tal y como veíamos en nuestra anterior entrada, llega el momento de trasplantar al pimental las plantas que previamente se habían sembrado en los semilleros.  Estos  semilleros habían sido preparados a mediados de marzo, derramando sobre “las eras” las semillas que, previamente, en el mes de octubre, se habían seleccionado de entre los mejores pimientos del año anterior, para que, tras cuidarlas con esmero, regarlas y dejarlas crecer durante aproximadamente un mes y medio, tener las plantas preparadas para su traslado al “pimental”.

Este traslado se realiza poco antes de llegar el mes de mayo, momento en el que se culmina la labor de la tierra de destino, rompiéndola con la vertedera para mezclarla con el estiércol y allanarla posteriormente con un rastrillo.

Una vez rota y allanada, la tierra se “aloma”, es decir, se van trazando los surcos a lo largo del terreno con un arado romano, más conocido como “arado horcón”, en sentido transversal a la inclinación del mismo, con el fin de facilitar su riego, dividiéndolo en “cuarterones” cuyo número final dependerá de las dimensiones de la tierra que se va a plantar.

Como resultado de este laborioso y centenario proceso, tras “alomar” con las caballería van dibujándose los surcos sobre el terreno, con una parte inferior por la que discurre el agua para el regado de las plantas, y una parte superior, denominada “lomo”, en cuyos lados se plantan las “pimenteras” que previamente se ha ido arrancando de los semilleros.

Estas “pimenteras” se van plantando en la tierra una por una,  ayudándose de una estaquilla que se denominada “muleta”, con la que se horada la tierra, dejando un agujero en el que se introducen las plantas – con una separación entre ellas de aproximadamente una cuarta – que son inmediatamente arropadas con tierra que se apelmaza a su alrededor para que prendan.